25 junio, 2007

Semillas del Odio (Continuación)

LOS VERDADEROS CULPABLES DEL TRIUNFO DEL COMUNISMO EN RUSIA


Todos los textos de la ultraderecha, sin exceptuar uno solo, presentan al derrocamiento de la corte imperial del Zar Nicolás II y al triunfo de los bolcheviques revolucionarios en Rusia como las consecuencias directas de una "gran conspiración judía" para apoderarse del mundo. Pero éste "revisionismo" de la Historia siempre ha sido algo extraordinariamente ridículo porque si se analizan los hechos fundamentales que llevaron a la caída de la dinastía de los Romanoff se llega inevitablemente a la conclusión de que los principales culpables del colapso fueron en realidad el mismo Zar Nicolás II y su esposa la Zarina Alejandra. Hay dos hechos históricos cruciales para poder comprender el por qué del fatal desenlace que tuvo la monarquía rusa: el primero fué el haber entrado a la Primera Guerra Mundial en contra de Alemania y Austria, una guerra en contra de dos potencias altamente industrializadas para la cual Rusia no estaba preparada militarmente ni contaba con los recursos bélicos que le permitieran una esperanza así fuese remota de una victoria. El segundo fué uno de los personajes más siniestros en la historia de Rusia, un monje disoluto (no-judío) de extracción campesina humilde de nombre Gregory Efimovich Rasputin (1869-1916), mejor conocido como "El Monje Loco de Rusia":





Este monje charlatán posiblemente le hizo más daño a Rusia que varios batallones alemanes combinados atacándola con el mejor armamento de su tiempo, y hay quienes lo consideran como el culpable directo de la destrucción de la Rusia Imperial. Antes de que Rasputín entrase en escena, era necesario que primero naciera el 30 de julio de 1904 el príncipe heredero del Zar Nicolás II, un niño enfermizo bautizado como Alexis, el pequeño Zarevich. A los pocos meses del nacimiento del Zarevich, se descubrió que en caso de que tuviera una herida, por pequeña que fuese, la herida no paraba de sangrar. En efecto, el Zarevich padecía de hemofilia, una enfermedad heredada de su bisabuela la Reina Victoria de Inglaterra. La desesperación de la Zarina al ver que la ciencia médica era incapaz de curar una condición que podía hacer desangrar a su hijo hasta morir la hizo buscar remedios místicos basados en la fé y en las supersticiones. Es aquí cuando Rasputín, quien ya se había ganado la confianza de la Gran Duquesa Militza y Anna Vyrubova (la dama de compañia de la Zarina en la cual ésta última más confiaba), es recomendado a la Zarina como un "staretz" santo que podría darle alguna ayuda espiritual con esperanzas de sanación para su hijo. Y de alguna manera, Rasputín aparentemente logró controlar los episodios de desangrado por hemofilia del pequeño Zarevich, lo cual le ganó la confianza absoluta del Zar y de la Zarina. Aunque las "sanaciones" de Rasputín eran consideradas por los Zares como algo milagroso que no podía ser explicado por los médicos de la corte encabezados por el Doctor Evgeny Botkin, algunos estudios científicos recientes sugieren que en el caso de los hemofílicos el uso de la hipnosis aunque no pueda traer una cura permanente tal vez pueda traer cierto alivio en una crisis, y ciertamente Rasputín tenía una personalidad misteriosa y penetrante que podía hacer que sus técnicas de hipnosis trabajasen en personas con alto grado de sugestibilidad como el que parecía tener el pequeño Zarevich ante Rasputín. (Una posibilidad más intrigante es que la supuesta hemofilia del Zarevich haya sido erróneamente diagnosticada y confundida con una rara enfermedad sanguínea conocida en la actualidad como "crisis aplástica", abriendo la espectacular posibilidad de que el Zarevich no haya sido asesinado y que de hecho haya sobrevivido hasta su edad adulta como Alexei Heino Tammet-Romanoff, el cual murió el 26 de junio de 1977 en el Burnaby General Hospital en Vancouver, Canadá. No pondremos aquí opinión alguna al respecto ya que hacer tal cosa sería incurrir en especulaciones como aquellas en las que incurre liberalmente Salvador Borrego.) Al no informarle Nicolás II a los rusos sobre la enfermedad de su hijo, la constante presencia en la corte imperial de Rasputín dió pié a que se empezaran a desatar los rumores sobre el por qué se le estaba dando tanta importancia a éste monje disoluto cuyas diarias orgías escandalizaban a la sociedad rusa, rumores alimentados también por el mismo Rasputín al asegurarle a sus allegados y conocidos que tenía a la familia imperial en sus manos y que podía usar para sus placeres carnales a la Zarina y a las hijas de ella. Los rumores llegaron a oídos del Zar, el cual furibundo ordenó que Rasputín fuese llevado de regreso a las provincias de donde había venido. Pero al poco tiempo de la partida de Rasputín, el pequeño Zarevich tuvo otro episodio de desangrado que casi lo mata. Rasputín fué llamado de nuevo a la corte imperial y nuevamente logró controlar de alguna manera el mal del Zarevich. La Zarina Alejandra terminó dependiendo por completo de Rasputín no sólo para las curaciones de su hijo sino también tomándolo como su más cercano confidente. Poco tiempo después, tras los asesinatos del Archiduque Francisco Fernando de Habsburgo y su esposa en la ciudad de Sarajevo, dió comienzo la Primera Guerra Mundial, una guerra para la cual Rusia no estaba preparada. El ingreso por parte de Rusia a ésta guerra fué algo tan estúpido que el mismo Salvador Borrego tratando de disculpar al Zar del yerro escribe lo siguiente en la página 17 de su libro "Derrota Mundial":

... el imperio Ruso se hallaba ya tan minado que malamente podía afrontar una guerra internacional. Por eso fue tan insensato y hasta inexplicable que se lanzara a una aventura de esa índole en 1914, para apoyar a Servia en contra de Austria-Hungría. El zar dió contraorden a fin de que no se realizara la movilización general y evitar el choque con Alemania, pero el Ministro de la Guerra, Sujofinov, y todo el Estado Mayor presionaron al zar y se consumó la movilización. Alemania apoyó entonces a su aliada Austria-Hungría y entró en guerra con Rusia.

La justificación que Salvador Borrego dá al Zar Nicolás II afirmando que el Zar "fué presionado" por su Ministro de Guerra y por todo el Estado Mayor es risible, porque en una monarquía autocrática como la que tenía la Rusia Imperial el único hombre que podía tomar una decisión de ésta envergadura era el Zar. Sólo él podía comprometer a su patria en una aventura de ésta naturaleza, sólo él podía tomar la decisión final.

Una vez que Nicolás II hubo tomado la decisión de lanzar a su patria a ésta guerra sin sentido, la conducción de las operaciones fué confiada al Gran Duque Nicolás Nicolaievich, el cual pese a sus mejores esfuerzos empezó a acumular derrota tras derrota, careciendo de lo más elemental para poder librar una batalla decente. Y estos descalabros militares no tenían absolutamente nada que ver con una "gran conspiración judía". En la conducción de la guerra, quizá el más grande error cometido por Nicolás II fué el haber removido en 1915 influenciado por su esposa (la cual a su vez estaba influenciada por Rasputín), al Gran Duque Nicolás Nicolaiveich (el cual tenía muy pocas simpatías hacia Rasputín) para así tomar el control directo en sus manos de las operaciones militares, un trabajo para el cual el Zar de Rusia no estaba preparado. Si Nicolás II era inepto como gobernante, era todavía mucho más inepto como líder militar. Y al decidir partir hacia el frente de batalla dejando a su esposa encargada de los asuntos de gobierno, prácticamente puso la conducción del gobierno ruso en las manos del mismo Rasputín, el cual dominaba a la Zarina a grado tal que ella hacía todo lo que él le pedía. Si antes a duras penas Nicolás II lograba controlar con su presencia la influencia funesta que Rasputín ejercía sobre la Zarina, con su ausencia Rasputín tomó en sus manos la conducción del gobierno de Rusia. La siguiente caricatura entre 1915 y 1916:





es representativa de los sentimientos populares de la época, mostrando al diabólico monje manipulando a su antojo como títeres al Zar Nicolás II y a la Zarina Alejandra, exhibiendo claramente el grado de desconfianza y descomposición que se estaba apoderando de la sociedad rusa ante lo que estaba sucediendo en la casa imperial. Con la ausencia del Zar Nicolás II, comenzaron los despidos de los ministros más competentes que comenzaron a ser reemplazados por los amigos y conocidos de Rasputín, sumiendo a Rusia en el marasmo de la corrupción y el caos. Estos acontecimientos decisivos para la autodestrucción de la monarquía rusa simple y sencillamente no podrían haber sido previstos por ningún "plan judío para la conquista del mundo", por bueno que fuese. La Zarina Alejandra, tal vez la persona más incompetente para gobernar a Rusia, con las riendas del poder en sus manos mientras su esposo estaba lejos en el frente de batalla y con la influencia nociva de Rasputín sobre ella, contribuyó ella misma a crear las condiciones que traerían consigo el colapso final. Aunque Rasputín fué asesinado el 16 de diciembre de 1916 en un plan llevado a cabo principalmente por el Príncipe Félix Youssoupoff, la mayor parte del daño ya estaba hecho, era demasiado tarde para revertirlo. Al enterarse Nicolás II del asesinato de Rasputín, regresó enfurecido a Rusia para castigar a los culpables, enviando al exilio a los dos miembros de la realeza rusa involucrados en la conspiración para asesinar a Rasputín. Pero tan sólo los tres meses después del asesinato de Rasputín, el mismo Nicolás II sería forzado a abdicar, pagando el precio de su propia incompetencia al igual que el Rey Luis XVI de Francia tuviera que hacerlo en su tiempo. Las condiciones de caos y miseria en que la guerra y la mala administración de la monarquía zarista dejaron a Rusia hicieron imposible que Alexandr Kerensky pudiera hacer algo para instalar una democracia, el tiempo para tal cosa había pasado. Y al igual que como ocurrió tras la caída de Luis XVI con la Revolución Francesa, el costo de la incompetencia innata del sistema monárquico tuvo que ser pagado con muchas vidas y con el derramamiento de mucha sangre, incluyendo las vidas de los monarcas cuya crasa estupidez terminó por arrojar a Rusia a los lobos.

Si Salvador Borrego hubiera sido un poco honesto consigo mismo, habría mencionado estos hechos al comienzo de su libro "Derrota Mundial", aunque hacer tal cosa hubiera sido lo mismo que admitir que el ascenso del comunismo en Rusia se debió no tanto a intrigantes conspiradores judíos sino a la influencia decisiva que tuvo en el colapso de la monarquía rusa un personaje tan nefasto como Rasputín, combinado con el inepto manejo de los asuntos de Estado llevado a cabo por Nicolás II y su esposa la Zarina Alejandra. Al describir la caída del imperio ruso, Salvador Borrego se abstiene cuidadosamente de mencionar a Rasputín, cuyo nombre no aparece en ninguna de las cerca de 700 páginas de su libro "Derrota Mundial". Naturalmente, si Rasputín hubiera sido un judío o descendiente de algún judío, a Salvador Borrego se le habrían facilitado mucho las cosas, y no habría dudado un solo momento en haberlo introducido dentro de su libro "Derrota Mundial" como uno más de los intrigantes conspiradores para la instalación del comunismo en Rusia. Pero Salvador Borrego está completamente seguro y convencido de que Rasputín no era un judío, y también nosotros podemos estar seguros de ello, por la sencilla razón de que con miles de copias de "Los Protocolos de los Sabios de Sión" circulando por toda Rusia, la misma policía secreta rusa (presumiblemente la creadora del fraude literario que son "Los Protocolos") estaba sumamente interesada (y sumamente presionada por la aristocracia rusa) en probar que Rasputín tenía alguna ascendencia judía, lo cual en caso de haberse comprobado por sí sólo hubiera bastado para convencer al Zar de deshacerse de Rasputín.

Se estima que como resultado del ingreso de Rusia a la Primera Guerra Mundial murieron un millón 700 mil rusos (sólo Alemania acumuló más bajas, con un millón 935 mil muertos), a los cuales debemos agregar cuatro millones 950 mil heridos rusos y dos millones 500 mil rusos hechos prisioneros o desaparecidos en acciones de combate, lo cual dá un gran total de nueve millones 150 mil rusos cuyas vidas fueron trastornadas por una guerra que no querían y de la cual Rusia no tenía absolutamente nada que ganar sea cual fuere el desenlace. Y la destrucción de la economía rusa fué bastante extensa como resultado de la guerra, millares de rusos fueron arrojados a la miseria. Sin la ayuda del torpe Zar Nicolás II, de la igualmente torpe Zarina Alejandra, y de Rasputín, los comunistas jamás habrían llegado al poder en Rusia.



SALVADOR BORREGO "RESUELVE" EL ASESINATO DE JOHN F. KENNEDY


En su alegre reinterpretación de la Historia, sentado cómodamente en un sillón frente a su escritorio, partiendo de la base de que todo se puede explicar como consecuencia de "la gran conspiración judía-masónica-comunista", Salvador Borrego logra sacar en su propia cabeza conclusiones que dejarían con la boca abierta a los más imaginativos escritores de novelas de ficción. Es así como su libro "Derrota Mundial" resuelve, muy a la manera de Salvador Borrego, el asesinato del Presidente John F. Kennedy, señalando sin titubear a los autores intelectuales del asesinato del Presidente Kennedy, con lo cual Salvador Borrego pretende demostrar que los sabios de la ultraderecha son investigadores tan inteligentes y tan astutos que logran captar, comprender y solucionar los casos más difíciles con soluciones que sólo ellos tienen la suficiente inteligencia para vislumbrar. Después de todo, ¿acaso ellos mismos no son quienes se están dando cuenta sobre la existencia de una gran conspiración judía masónica comunista para apoderarse del mundo?

El presunto asesino del Presidente norteamericano, Lee Harvey Oswald, cuya foto se muestra a continuación:





fué detenido por la policía en la ciudad de Dallas tras el asesinato del Presidente John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963. A los dos días de su detención, el mismo Lee Harvey Oswald pagó con su vida el crimen al ser asesinado a mansalva ante el mundo entero por un residente de Dallas de nombre Jack Ruby. Poco tiempo después del magnicidio, se integró una Comisión para recabar evidencias para el esclarecimiento del crimen, presidida por el Presidente de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos, el Ministro Earl Warren (1891-1974), la cual determinó en base a las pruebas y los testimonios recabados por la Comisión que el crimen fué planificado y cometido por un individuo que actuó solo por cuenta propia. Antes de proseguir, Salvador Borrego tiene algo que decirnos en la página 647 de su libro "Derrota Mundial" acerca de la designación del Presidente de la Suprema Corte de Justicia como el encargado de la Comisión especial para la investigación del asesinato:

(Earl) Warren quedó como máximo jefe del esclarecimiento del caso Kennedy-Oswald-Ruby y su fallo final fué que Oswald actuó solo, por su cuenta y riesgo, y que no tuvo cómplices ni ayuda de nadie. Earl Warren es famoso en Estados Unidos como discípulo del rabino Louis Finkelstein y ha recibido títulos y honores del Seminario Teológico Judío.

Aquí Salvador Borrego está sugiriendo que Earl Warren usó su puesto para encubrir deliberadamente una conspiración para asesinar al Presidente Kennedy, echándole toda la culpa al único asesino material detenido por la policía. Resalta el hecho de que Salvador Borrego ni siquiera intentó demostrar que Earl Warren, un descendiente de inmigrantes noruegos, haya podido ser un judío, porque no hay nada que sugiera tal cosa ni en su árbol genealógico ni en su biografía. Pero introduce subrepticiamente la aseveración de que Earl Warren fué discípulo del rabino Louis Finkelstein (Director del Jewish Theological Seminary of America) para insinuar el supuesto "judaísmo" de Earl Warren. Sin embargo, el hecho de que Earl Warren atendió algunos cursos y dió algunas conferencias en el Seminario Teológico Judío no aporta absolutamente nada nuevo que no sea del dominio público, ya que el mismo Louis Finkelstein elaboró un ensayo titulado "Earl Warren's Inquiry into Talmudic Law", el cual se puede consultar en la obra "Earl Warren: The Chief Justiceship" publicada en 1977. De cualquier manera, los documentos históricos de la Comisión Warren y las conclusiones que se pueden sacar de los mismos están disponibles para ser consultados y analizados en cualquier momento con todo el rigor que sea necesario por académicos e investigadores de cualquier parte del mundo, de modo que le hubiera sido extremadamente difícil si no imposible a Earl Warren tratar de "silenciar" algo como trata de sugerirlo Salvador Borrego.

La resolución del asesinato del Presidente Kennedy, según Salvador Borrego, es la que dá en la página 648 de su libro "Derrota Mundial":

Al quedar las investigaciones oficiales centralizadas y silenciadas en las manos de Earl Warren, los organismos nacionalistas y anticomunistas americanos prosiguieron pesquisas por su propia cuenta y poco después dieron a la publicidad los siguientes puntos:

  1. En el plebiscito del Partido Demócrata los procomunistas rooseveltianos más radicales (cripto-judíos) querían postular para la Presidencia a Lyndon Baines Johnson, pero dudaron de que pudiera vencer a Nixon y transaron en postular a Kennedy, quien presentaba más posibilidades de victoria, pero especificando que en política internacional seguiría el consejo de Adlai Stevenson, Rostow, Schlesinger, Yarmolinski y otros asesores.
  2. Kennedy llegó a la presidencia por un pequeñísimo margen y en política internacional siguió las normas de sus consejeros rooseveltianos, pero en tres años de poder fué cobrando confianza en sí mismo y quiso reelegirse. El grupo rooseveltiano le dijo que ya había perdido partidarios y que no debía intentarlo, pero él insistió, pensó en derrocar al castrismo para recuperar popularidad en vísperas de las elecciones y se lanzó a su campaña electoral, ya en desacuerdo con muchos de quienes lo habían apoyado inicialmente.
  3. Entonces Kennedy fué asesinado.

Así de fácil. Esta versión simplista del magnicidio de Kennedy es sazonada con afirmaciones de Salvador Borrego sobre cómo los cómplices de Oswald proyectaban hacerlo llegar a la Unión Soviética con la intención de achacarle el magnicidio a la extrema derecha, levantando una ola de sicosis para que, apoyándose en ese clima de histeria, se pudiese liquidar a todas las organizaciones anticomunistas ("nacionalistas") de los Estados Unidos como la John Birch Society. Al hacer estas afirmaciones, Salvador Borrego está aseverando que la Unión Soviética tuvo una parte importante en el asesinato de John F. Kennedy. Sin embargo, esto hubiera sido una locura en su tiempo para la Unión Soviética. Si hubiera existido cualquier evidencia confirmable de que la Unión Soviética hubiera tenido algo que ver en el asesinato de un Presidente norteamericano, esto hubiera sido considerado por el Congreso norteamericano como un acto de guerra, y muy posiblemente habría desencadenado la Tercera Guerra Mundial, con un amplio arsenal nuclear disponible en ambas potencias para borrar a la especie humana de la faz del planeta. Obsérvese que Salvador Borrego hace referencia a "organismos nacionalistas y anticomunistas americanos que prosiguieron pesquisas por su propia cuenta" sin dar uno solo de los nombres de tales "organismos nacionalistas" y "anticomunistas", lo que dá motivos para sospechar que Salvador Borrego inventó él solo por su propia cuenta esta resolución del caso. En rigor de verdad, los únicos organismos "nacionalistas" y anticomunistas americanos que pudieran haber salido con tan aventurada resolucion del magnicidio habrían sido el Partido Nazi Americano de George Lincoln Rockwell y la John Birch Society, aunque en lo que respecta al Partido Nazi Americano, para Salvador Borrego éste nunca fué lo suficientemente "nacionalista", lo cual podemos comprobar leyendo la página 700 del libro "Derrota Mundial":

Otra maniobra desinformadora es la creación del falso Partido Nazi Americano, del ex militante comunista George Lincoln Rockwell, y del igualmente falso Partido Nazi Inglés de Colin Jordan.

Ahora bien, de acuerdo a Salvador Borrego, el Presidente John F. Kennedy fué asesinado para que "el oculto gobierno judío mundial" pudiera poner en su lugar al hombre al cual "los procomunistas rooseveltianos más radicales" querían postular para la Presidencia, al hombre de todas sus confianzas, Lyndon Baines Johnson. Puesto que uno de los más notorios datos del dominio público es que el texano Lyndon Baines Johnson jamás en su vida perteneció a logia masónica alguna, eso le deja como única alternativa posible a Salvador Borrego el que el entonces Vice-Presidente norteamericano haya sido un cripto-judío, para poder ser merecedor de tan importante apoyo del "movimiento político israelita". Y efectivamente, trata de "demostrarlo" de la siguiente manera en la página 649 de su libro "Derrota Mundial":

Johnson fue hijo de Samuel Ealy (Elías) Johnson y de Rebekah Baines Johnson, comerciantes viajeros en ropa después de la guerra civil.

Esta intentona por "judaizar" a Lyndon Baines Johnson es tan ridícula que para algunos historiadores e investigadores académicos puede ser por sí sola motivo de risa desternillante. Aquí la "judaización" se lleva a cabo recurriendo a un juego de palabras, poniendo entre paréntesis el "verdadero apellido judío" Elías del padre de Lyndon Baines Johnson, sugiriendo con dicho comentario puesto entre paréntesis que el "falso apellido" Ealy es el resultado de una modificación para disfrazar el "verdadero" apellido judío, Elías. Y agrega el nombre de la madre, Rebekah, un nombre bíblico israelita. Por mera curiosidad, podemos consultar el árbol genealógico del Presidente norteamericano Lyndon Baines Johnson, lo cual podemos hacer en cuestión de segundos gracias a la magia de Internet. Lo primero que encontramos es que Ealy no es uno de los apellidos del padre, sino que junto con el nombre propio Samuel forma parte de un nombre doble (como Julián Alejandro), comprobable con tan sólo escalar hacia arriba en el árbol genealógico (de hecho, el nombre completo del padre, siguiendo la usanza norteamericana, se escribe como Samuel Ealy Bunton Johnson, siendo Bunton el apellido materno y Johnson el apellido paterno). Y no sólo ésto, sino que tras un recorrido por el árbol genealógico de Lyndon Baines Johnson hasta llegar a sus bisabuelos no encontramos absolutamente nada que pueda sugerir que haya tenido algún ancestro judío. La cruda realidad es que el Presidente norteamericano Lyndon Baines Johnson ni era judío ni era masón ni era "procomunista", lo cual derrumba la hipótesis del complot en el asesinato del Presidente Kennedy presentada por el máximo ideólogo de la ultraderecha mexicana.

La estrafalaria resolución que Salvador Borrego dá en su libro "Derrota Mundial" al asesinato del Presidente Kennedy jamás ha sido tomada en serio por ningún historiador de renombre como tampoco ha sido tomada jamás en cuenta por ningún productor de cine o de teatro (como Oliver Stone) para hacer una obra de ficción, ya no se diga un documental, y en su mente Salvador Borrego seguramente estará convencido de las razones por las cuales jamás lo han buscado para comprarle los derechos de su "versión" del asesinato de Kennedy: porque han de ser judíos todos ellos, sin exceptuar ninguno, incapaces de apreciar su obra y su sagaz labor investigativa.


LA NEGACION DEL HOLOCAUSTO NAZI


La monstruosidad del holocausto llevado a cabo en los campos de concentración Nazis es de una magnitud tal que excede con creces los peores actos de barbarie en que haya incurrido el hombre en el siglo XX, reduciendo a los ejecutores de dicho plan al nivel de bestias sanguinarias desprovistas de todo rasgo de humanidad, compasión o piedad. En su gran mayoría, las víctimas no eran soldados, sino civiles. A sabiendas de que este exterminio masivo de seres humanos es una de las principales objeciones a que Adolfo Hitler y su régimen de terror puedan ser vistos con alguna simpatía por los jóvenes en la actualidad y de que puedan ser aceptados como modelos a seguir por las nuevas generaciones de ultraderechistas, una de las principales prioridades de los ideólogos de la ultraderecha ha sido siempre el minimizar o negar de plano que tal barbarie pudo haber tenido lugar. Es así como Salvador Borrego dedica ocho páginas de su libro "Derrota Mundial" (de la página 593 a la página 600) para "limpiar" la imagen de Hitler de éste horrendo crimen, bajo el título "¿RESURRECCION EN MASA DE JUDIOS?", en donde podemos leer lo siguiente:

El cuento de los 6 millones de judíos muertos comenzó a ser fabricado por el israelita Poliakov, partiendo de las declaraciones del Dr. Wilhelm Hoettly y de Dieter von Wisliceny, quienes dieron informes sobre 'evacuaciones', 'decrecimiento del judaísmo europeo', etc. Poliakov barajó estos términos y a todos les dió la acepción de 'liquidación'. Echó a rodar la bola y luego otros le fueron agregando dramáticos retoques. (Nota de Spectator: El Barón Dieter von Wisliceny, no-judío, de hecho era miembro de una antigua familia prusiana, y actuó como colaborador del S.S. Obersturmbannführer Adolph Eichmann bajo quien von Wisliceny fué promovido a Hauptsturmführer. Su participación en el Holocausto aparece citada en el libro Los Hornos de Hitler de Olga Lengyel.)

Y en la página 598 de dicho libro se tiene lo siguiente:

Pero lo de las cámaras de gas y la liquidación de 6 millones de judíos es un recurso publicitario, un fantasmón contra todo intento de poner en claro los móviles ocultos del movimiento político israelita.

Sin embargo, Salvador Borrego actúa con cierta cautela y no llega al extremo de afirmar que no hubo un sólo judío muerto en los campos de concentración Nazis, poniendo en la página 596 lo siguiente:

No cabe la menor duda -y esto se halla fuera de toda discusión- de que sí perecieron muchos judíos durante la contienda. Y es asimismo justo reconocer que perecieron con un gran espíritu de combate y con admirable entereza ante la muerte; con esa serenidad que sólo el fanatismo en una causa es capaz de dar. En cuanto al fanatismo, es de sobra conocido que el israelita ha venido conservándolo a través de milenios, tanto sobre la creencia de la superioridad de su sangre (que se niega a mezclar) cuanto sobre su actitud anticristiana y su anhelo de hegemonía mundial. Esos israelitas que perecieron durante los últimos cuatro años de guerra fueron miembros de un secreto ejército de resistencia, de un ejército sin uniforme y sin bandera visible, que a retaguardia de las líneas organizaba sabotajes, conspiraciones, espionaje y asaltos sorpresivos. Este encubierto sistema de combate ha sido siempre sentenciado en todos los países del mundo a la máxima pena de la ejecución. Es un principio de ley internacional que todo aquél que combate sin uniforme y sin insignias se priva automáticamente de garantías en el caso de caer prisionero.

Cabe agregar aquí que decenas de millares de las víctimas que perecieron en los campos de concentración Nazis eran mujeres, niños y ancianos judíos, eran civiles a quienes Salvador Borrego llama "combatientes sin uniforme miembros de un secreto ejército de resistencia y sin bandera visible". Ciertamente, esta es una manera cínica de tratar de justificar un holocausto llevado a cabo en contra de mujeres, niños y ancianos incapaces de poderse defender ante un adversario enloquecido equipado con tanques y ametralladoras.

Para desmentir a Salvador Borrego como el mentiroso que siempre ha sido, podríamos comenzar por elaborar una lista con los nombres de las víctimas, los nombres de familias completas las cuales fueron llevadas por la fuerza a los campos de exterminio y a quienes ya no se les ha vuelto a ver jamás por ningún lado, y comenzar a totalizar las cuentas. Afortunadamente, las S.S. de Hitler no tuvieron tiempo de andar escarbando en los archivos de los países de Europa conquistados por los Nazis para borrar las huellas de actas de nacimiento y de actas de matrimonio que dejaron constancia de la existencia de muchas familias judías-europeas que ya no volvieron a aparecer por ningún lado tras la derrota de Hitler. La información puede y debe ser complementada con las mismas listas de "gente procesada" hacia los campos de concentración que fueron dejadas por los mismo Nazis y que cayeron en manos de las fuerzas aliadas, así como los testimonios de muchos guardias y soldados alemanes así como los testimonios de víctimas que sobrevivieron al holocausto. Admitido el hecho de que esta es una labor titánica, se tiene la suerte de que el enorme trabajo de recopilación de datos y evidencias ya ha sido llevado a cabo por un ejército de historiadores e investigadores europeos (judíos y no-judíos) y se ha llegado a un consenso generalizado que nos permite elaborar un mapa como el siguiente:





Esta distribución geográfica de víctimas resultaría de una tabla como la siguiente:





El tema de la negación del holocausto puede ser tratado de una forma mucho más provechosa consultando los archivos de un juicio famoso que se llevó a cabo en el año 2000 en Inglaterra, en donde lo que se puso a juicio fué precisamente la veracidad o la falsedad del holocausto. Irónicamente, el juicio fué promovido por uno de los máximos ídolos de la ultraderecha, sumamente admirado por Salvador Borrego, el pseudo-historiador David Irving:





cuyo libro más conocido es "La Guerra de Hitler", el cual demandó a la Profesora norteamericana Deborah Lipstadt y a la editora inglesa Penguin Books por difamación y calumnias, a raíz de lo que ella escribió en su libro titulado "Denying the Holocaust: The Growing Assault on Truth and History" (Negando el Holocausto: El Asalto Creciente en Contra de la Verdad y la Historia). En su libro la Profesora Lipstadt describe a David Irving no sólo como "el más peligroso vocero para la negación del holocausto" sino como una persona asociada frecuentemente con anti-Semitas y neo-Nazis, agregando que David Irving no sólo estaba consciente de la verdad histórica sino que inclusive la distorsionaba deliberadamente con la finalidad de acomodarla a sus fines personales ideológicos y políticos de extrema derecha. Los archivos del juicio son consultables en Internet, y demuestran de manera contundente la forma en la cual se demostró cómo David Irving falseó importante información histórica. David Irving, al igual que Salvador Borrego, sostiene que cualquier mal que haya sido cometido por los Nazis fué igualado o superado por lo que hicieron las fuerzas aliadas, y en los libros de David Irving los Nazis son reiteradamente exonerados mientras que las fuerzas aliadas y los judíos son reiteradamente acusados. A fin de cuentas, sus demandados ganaron la batalla legal y David Irving quedó tundido en el más espantoso de los ridículos, lo cual resultó en un golpe brutal a su credibilidad del cual aún no se ha recuperado y posiblemente no se recuperará jamás.

Aunque todas las acciones militares de la Segunda Guerra Mundial que culminaron con la derrota de Hitler y del Eje Roma-Berlín-Tokio llegaron a su fin en 1945, no es un accidente del destino el que Salvador Borrego se haya esperado casi 9 años para sacar a la luz pública la primera edición de su libro "Derrota Mundial". La revelación ante el mundo entero del Holocausto (conocido en Israel como la Shoah) cayó como un chubasco de agua fría alrededor del mundo para todos aquellos que simpatizaban de alguna manera con la causa de la Alemania Nazi, la magnitud de la tragedia simple y sencillamente los había privado de la moralidad de sus argumentos exhibiéndolos como criminales despiadados, como bestias convertidas en asesinos seriales, y resultaba muy difícil defender a un movimiento que había caído en el fango del desprestigio histórico. Tuvieron que pasar algunos años para que apareciera en 1950 un libro escrito por un francés de nombre Paul Rassinier, (Sugerencia de Spectator: Véase también, con las reservas del caso, el enlace correspondiente a éste hombre en la Enciclopedia Wikipedia.) titulado "Le Mensonge d'Ulysse" (La Mentira de Ulises), el cual sobre bases pseudo-científicas por vez primera intentaba negar la magnitud de la tragedia, intentando presentar el Holocausto como una monstruosa "mentira de Ulises" fabricada por los judíos en contra de Adolfo Hitler y sus seguidores. En cuanto hubo aparecido este libro, Salvador Borrego creyó tener por fin en sus manos el material necesario para la reivindicación de los Nazis, y de hecho menciona claramente el libro de Rassinier (conocido como "el padre del revisionismo del Holocausto") en un pie de texto en la página 596 de su libro "Derrota Mundial". Al respecto, el conocido historiador español César Vidal, autor de los libros "El Holocausto" y "La revisión del Holocausto", escribió el siguiente artículo titulado "La 'shoah' reivindicada", aparecido en el portal español Web "El Mundo"el 12 de abril de 2000:

Con una diferencia de apenas unas horas, dos negadores del Holocausto (o 'shoah') - David Irving y Gaston-Armand Amaudruz - han sido condenados por tribunales europeos. Se confirmaba así el repudio de las sociedades demócraticas hacia los que han negado la realidad del genocidio. Se ha tratado de una larga historia.

Apenas concluida la II Guerra Mundial, comenzaron a aparecer una serie de obras que pretendían que el Holocausto de los judíos a manos de los nazis no había tenido lugar. En algún caso - por ejemplo, Paul Rassinier en La Mentira de Ulises - se reconocía aún la existencia de las cámaras de gas, pero muy pronto se negó este hecho como una manera de socavar la existencia histórica del genocidio.

Aunque todos los autores insistían en que eran investigadores neutrales, en realidad, sus conexiones con la internacional neonazi y, en algun caso, con los servicios de países árabes, eran completamente innegables. W. D. McCalden, Robert Faurisson, Thies Christophersen o Ernest Zündel fueron algunos de los nombres puestos en evidencia por los historiadores profesionales e incluso por los tribunales de justicia que condenaron en Estados Unidos al Instituto del Revisionismo histórico o en España a Leon Degrelle por negar el Holocausto y la existencia de las cámaras de gas. En ambos casos, fueron dos supervivientes - Mel Mermelstein y Violeta Friedman - los que iniciaron las acciones judiciales pertinentes.

Quizá el revisionista más celebre de estas décadas fuera David Irving. Escribió varias obras en las que señalaba que la orden nazi de matar a los enfermos mentales estaba justificada por razones bélicas, justificaba la agresión nazi contra naciones neutrales o responsabilizaba a los judíos de las acciones emprendidas por Hitler contra ellos. Al mismo tiempo, según Irving, Hitler sólo había ordenado la deportación de los judíos, nunca supo que se hubieran producido matanzas y, por supuesto, jamás había dado orden de exterminarlos. A España vino invitado por el CEDADE, sobre cuyo jefe, Pedro Varela, pesa también una condena por negar el Holocausto. No era extraño en alguien que se había definido como mild fascist (fascista moderado) y que no había dudado en describir su visita a la guarida montañesa del Führer como 'una experiencia de contenidos espirituales'. La Cámara de los Comunes lo definió hace varios años como 'propagandista nazi y defensor de Hitler desde hace mucho tiempo'.

El caso de Amaudruz ha resultado igualmente significativo. El lunes, un tribunal suizo le condenaba a un año de prisión por haber negado el exterminio de seis millones de judíos y la existencia de las cámaras de gas. Se trataba de dos sentencias casi paralelas, pero lo importante no es que los tribunales hayan condenado repetidas veces a los autodenominados revisionistas. Lo auténticamente relevante es que su condena fue dictada hace décadas por la realidad histórica, por el testimonio de las víctimas y por la conciencia de cualquier persona decente.

(Comentario de Spectator: Es un hecho incontestable que el pionero del revisionismo del Holocausto, Paul Rassinier, un comunista francés cuando los Nazis invadieron su país, fue atormentado brutalmente con lujo de saña y violencia por varios días por sus captores Nazis desde el momento en que fue detenido por ellos, quienes le dejaron en su cuerpo y en su alma heridas y cicatrices profundas que llevaría consigo por el resto de su vida, al grado de dejarlo físicamente convertido en un inválido. Todo esto obra en la biografía de Paul Rassinier. Algunos historiadores han empezado a manejar ya la posibilidad de que la mente de Paul Rassinier haya sido reprogramada por sus verdugos con el fin de que en caso de que Alemania perdiera la guerra él fuese uno de los primeros no-alemanes no-Nazis en salir a la defensa del Tercer Reich argumentando en contra de la indiscutible realidad del Holocausto con "evidencias" circunstanciales que habían sido preparadas de antemano por la Gestapo y que le estuvieron siendo alimentadas en su mente deteriorada en medio de los más crueles tormentos posibles por psicólogos re-programadores expertos al servicio de Hitler.)

Agregaremos aquí que en el libro "La Guerra de Hitler" de David Irving publicado en 1977 encontramos en su estilo narrativo unos paralelos asombrosos con la forma en la cual Salvador Borrego elaboró su libro "Derrota Mundial" en 1954. Ambos libros tratan sobre la Segunda Guerra Mundial dando una perspectiva sumamente favorable a Adolfo Hitler a la vez que atribuyen la derrota de Hitler en gran parte a "la judería internacional", ambos son tan voluminoso el uno como el otro (el libro de Salvador Borrego tiene poco más de 700 páginas mientras que el libro de David Irving es un libro de casi 1000 páginas) con el obvio propósito de atiborrar al lector sobrecargándolo de información para que le sea muy difícil encontrar las mentiras que deliberadamente se le han urdido, y ambos libros son "biblias" para la ultraderecha tanto en los países de habla hispana y de habla inglesa respectivamente. En rigor de verdad, David Irving y Salvador Borrego son almas siamesas, con la diferencia de que los "libros de texto" que elabora Salvador Borrego para la ultraderecha mexicana tienen ya un amplio auditorio con un plan para la conquista del poder en México.

Veamos otro argumento proporcionado por Salvador Borrego en la página 598 de su libro "Derrota Mundial" para negar en su libro la realidad del holocausto, el cual puede causar una impresión profunda en los lectores incautos:

El Dr. Judío Listojewski publicó en la revista 'The Broom', de San Diego, Cal., el 11 de mayo de 1952: 'Como estadístico me he esforzado durante dos años y medio en averiguar el número de judíos que perecieron durante la época de Hitler. La cifra oscila entre 350,000 y 500,000. Si nosotros los judíos afirmamos que fueron seis millones, esto es una infame mentira'.

En esta ocasión, para variar, Salvador Borrego proporciona no sólo el nombre del medio de comunicación en donde apareció tal admisión de un Doctor judío experto en Estadística llamado Listojewski, sino que inclusive proporciona tanto el lugar como la fecha en la cual apareció publicada lo que parece ser una admisión honesta del Doctor Listojewski, lo cual tiende a darle una credibilidad enorme. Sin embargo, si nos trasladamos hasta la ciudad de San Diego, nos daremos cuenta de la razón por la cual Salvador Borrego no teme ser desmentido: la publicación "The Broom" (La Escoba) no es una revista o un periódico respetable de San Diego que cuente con una hemeroteca que pueda ser consultada; se trata de un panfleto de extrema derecha publicado mensualmente desde la década de los cuarentas hasta la década de los cincuentas por un notorio anti-Semita de nombre C. Leon de Aryan. Y el tal "Doctor judío Listojewski" no aparece por ningún lado, nadie parece conocerlo, en realidad todo indica que fué un personaje inventado, un personaje ficticio que nunca existió. En rigor de verdad, dada la preponderancia del material histórico que demuestra más allá de cualquier duda posible la realidad del holocausto, ningún Doctor en Estadística judío que hiciera una afirmación de esta naturaleza pasaría desapercibido por los noticieros mundiales y mucho menos por las comunidades judías norteamericanas. Este es el calibre de las falsedades en las cuales Salvador Borrego ha basado todas sus obras. Y sobran los fanáticos admiradores que le creen absolutamente todo lo que les cuenta.

De cualquier manera, el que no haya existido jamás un "Doctor judío Listojewski" que se haya puesto del lado de la ultraderecha traicionando a su propia gente negando la terrible realidad del holocausto con el fin de exonerar a Hitler y a sus esbirros de tan horrible crimen no implica que no haya habido traidores de éste calibre entre el pueblo judío. Uno de tales traidores, un "judío Nazi" por excelencia, lo fué un pseudo-científico llamado Alfred Nossig (1864-1943), quien escribió un libro titulado "Integrales Judentum" (publicado en Berlín y en Nueva York en 1922) en el cual, dándose dotes de biólogo geneticista consumado, inventó una teoría que sería del mayor agrado posible de los Nazis, la cual sólo vino a atizar la hoguera, la teoría de que una persona que lleve algo de sangre judía en sus venas envenenará la sangre de todos sus descendientes sin importar el número de veces que sus descendientes se mezclen con otras razas. En sus propias palabras, en la página 76 de la edición alemana de su libro:

Erst neuere Forscher wagen es, auf die, frueheren Generationen so unbequehme Tatsache hinzuweisen: das Halbjudentum sei so verbreitet, dass es beinahe als Merkmal der Kulturvoelker betrachtet werden muss... Ein einziges judisches Bluttroepfchen beeinflusst die Physionomie ganzer familien noch durch eine lange Reihe von Generationen. Es bedwirkt die Befeuerung ihrer Gehirnganglien und impraegniert diesen Geschlechtern vielfach den juedischen Drang zur Entwicklung zur sozialen Gerchetigkeit, zur Voelkerannaeherung. (Sugerencia de Spectator: Usar alguno de los motores de traducción en Internet como AltaVista Babel Fish para obtener el texto equivalente en Inglés o en Español de éste párrafo, en caso de que se quiera ver qué fué lo que tenía que decir Alfred Nossig acerca de lo que él llamó el Halbjudentum.)

Para los "Arios" Nazis, ésta teoría les proporcionó en su propaganda una razón más para evitar todo tipo de relación íntima y sobre todo de procreación con una persona que pudiera haber tenido un ancestro con sangre judía cien o mil generaciones atrás. Este argumento del "envenenamiento perpetuo" de la sangre proclamado por Alfred Nossig en una época en la que se desconocía la existencia del ADN y ni siquiera se había descubierto la penicilina no tolera en nuestros tiempos modernos de la biología molecular un debate científico serio. El Doctor Nossig tuvo la muy dudosa distinción de ser llamado a convertirse en un agente de la Policía Secreta Alemana, la Gestapo, y en 1939 las S.S. ordenaron que fuera admitido en la Judenrat (los Consejos Judíos designados o elegidos para el cumplimiento de las órdenes Nazis en las comunidades judías de los países ocupados por los alemanes) desde donde el Doctor Nossig reportaba a la Gestapo y le daba consejos. Tras su captura por los combatientes del "ghetto" judío de Varsovia (la ZOB), fué encontrado culpable de colaborar con los Nazis y fué fusilado en febrero de 1943 después de un juicio sumario.


UN HÉROE NORTEAMERICANO


Hemos visto ya cómo la ultraderecha explica todos los sucesos mundiales desde tiempos inmemoriales como la consecuencia directa de una gran "conspiración judía masónica comunista" para apoderarse del mundo, y todos los masones y comunistas que no son judíos necesariamente deben ser sus cómplices, según la ultraderecha, buscando su provecho personal a cambio de vender todas sus lealtades y convicciones para servir a una causa maldita, sin haber excepciones a la regla. Quienes combaten ésta grandiosa conspiración no pueden ser jamás ni judíos, ni masones, ni comunistas. Veremos ahora a uno de los héroes que sin saberlo han luchado en contra de ésta "conspiración".

Pocos individuos despiertan tanto respeto y tanta admiración como el General norteamericano Douglas MacArthur, el héroe encargado de responder en el Pacífico a la guerra comenzada por Japón en contra de los Estados Unidos con el bombardeo a Pearl Harbor. Tras la rendición incondicional del Japón dando fin a la Segunda Guerra Mundial, fué Douglas MacArthur el que creó las condiciones necesarias en dicho país para transformar al Japón derrotado y humillado en una democracia que lo convertiría en una superpotencia mundial. Ningún otro norteamericano despierta tanta reverencia y tanta admiración entre el pueblo japonés como Douglas MacArthur.

Por su firme postura anticomunista, el General Douglas MacArthur es uno de los pocos militares norteamericanos a los cuales no sólo el pueblo norteamericano y el pueblo japonés sino también la ultraderecha mexicana le extienden su más profundo respeto. Al respecto Salvador Borrego tiene que decir lo siguiente en las páginas 615 y 616 de su libro "Derrota Mundial":

Y fue en esos días cuando surgió súbitamente la guerra de Corea como gigantesca mampara del contubernio con el bolchevismo. Y mientras por un lado se favorecía a éste con solapadas pero eficaces concesiones, por el otro se le 'combatía' ineficazmente para acallar así el descontento popular y despistar a quienes ya estaban advirtiendo algo siniestro en la política exterior de la Casa Blanca.

Ahora bien, ese 'combate' no debería ir tan lejos, ni ser tan eficaz y verdadero como el general MacArthur lo quería. Así empezaron las dificultades entre él y Truman. Por principio de cuentas, MacArthur comenzó por evidenciar el absurdo de que a Chiang Kai Shek se le hubiese proclamado paladín de la libertad y uno de los 'cinco grandes' cuando luchaba contra los japoneses, y en cambio se le negara ayuda y se le presentara como un tiranuelo, despilfarrador e inútil cuando ya sólo representaba una barrera anticomunista en Asia.

Bien pronto la guerra de Corea reveló cuanta razón tenían Forrestal y otros jefes norteamericanos cuando calificaban de traición el rápido desarme. Meses más tarde centenas de millares de chinos fueron lanzados por los comunistas contra las tropas de MacArthur. El potencial humano que Roosevelt, Truman y el movimiento político judío habían cedido al marxismo israelita de Moscú, estaba siendo utilizado ya contra el pueblo norteamericano.

Ante esa indignante situación el general MacArthur hizo tres demandas a Truman: bloqueo de China roja; ataques aéreos a Manchuria, y refuerzos a Chiang Kai Shek para que participara en la lucha. Eso era tanto como practicar el anticomunismo en serio, y en los tres puntos se le contestó negativamente. Por último, se le destituyó.

¡Había cometido el crimen de ver con claridad!

'Pedí refuerzos, dijo MacArthur el 19 de abril de 1951, pero se me informó que no se disponía de ellos. Señalé claramente que si no se permitía que destruyéramos las bases construídas por el enemigo en el norte de Jalú, si no se permitía que usáramos la fuerza china amiga de 600,000 hombres que hay en Formosa (hoy Taiwán), si no se permitía que bloquáramos la costa china para evitar que los rojos chinos recibieran socorros del exterior, y si no había esperanza de recibir refuerzos considerables, la posición del mando desde el punto de vista militar hacía prohibitiva la victoria...

¿Por qué -me preguntaban mis soldados- cederles ventajas militares a un enemigo en campaña? No pude contestarles'.

MacArthur fue acusado de belicoso por pedir esa victoria. Es extraño que mientras se trató de luchar contra el nacionalismo de Hitler, los estadistas consideraron un delito ser pacifista, pero cuando se trató de luchar contra el bolchevismo, el delito consistía en no ser 'apaciguador'.

MacArthur recogió e interpretó -con autoridad y honradez- una gran inquietud del pueblo norteamericano. El pueblo le dio su aprobación en espontáneas manifestaciones de apoyo. Y porque veía con claridad y porque estuvo con su pueblo y no con las altas esferas procomunistas, fue destituído y maniobrado para anularlo como candidato a la presidencia.

Hasta aquí, todo parece correcto, impecable.

Excepto por un detalle.

El General Douglas MacArthur era un masón. Y no era cualquier masón, llegó a poseer el más alto grado que se le pueda dar a cualquier persona que pertenezca a dicha mística y pseudo-religiosa agrupación: el grado 33. Y para probarlo, se reproduce a continuación una página Web en la que masones pertenecientes al Rito Escocés muestran orgullosamente a Douglas MacArthur como un masón en toda la extensión de la palabra:





En relación a su asociación con la masonería, el General Douglas MacArthur asentó lo siguiente expresándose en términos extremadamente elogiosos acerca de dicha organización:

La masonería abraza las más altas leyes morales y tomará la prueba de cualesquier sistema de ética o filosofía jamás promulgado para el ascenso del hombre.

Por otro lado, una cosa que tal vez le habrá llamado la atención a algunos lectores de los textos de la ultraderecha es el hecho de que el industrial norteamericano Henry Ford se abstuvo de atacar a la masonería en su libro "El Judío Internacional". En ninguno de los dieciseis capítulos de su libro hace mención alguna a la masonería como instrumento del supuesto plan judío para la dominación mundial, y ello pese a que "Los Protocolos de los Sabios de Sión" en los cuales basó su libro y a los cuales cita directamente en repetidas ocasiones mencionan a la masonería como un instrumento creado por los judíos para llevar a cabo la conquista del mundo. Por ejemplo, en el Cuarto Protocolo, podemos leer lo siguiente: "La masonería gentil ciegamente nos sirve como una pantalla para nosotros y nuestros objetos, pero el plan de acción de nuestra fuerza, aún en su muy persistente lugar, permanece para toda la gente como un misterio desconocido". Esta curiosa omisión por parte de Henry Ford en su libro necesariamente fué intencional, la lectura de su libro no deja duda alguna de que Henry Ford leyó "Los Protocolos de los Sabios de Sión" de cabo a rabo. Y es que el autor de "El Judío Internacional" fué uno de los masones más notables en la historia de la Estados Unidos. En sus libelos anti-judíos él sólo habló de "la gran consipiración judía-comunista". Jamás en su vida habló de "la gran conspiración judía masónica comunista"; si hubiera hecho tal cosa es seguro que sus "hermanos" lo habrían expulsado ignominiosamente de la logia a la cual pertenecía. De cualquier modo, por su propia experiencia personal en las actividades de la logia masónica de la cual era miembro distinguido, Henry Ford parece haber estado convencido de que el argumento presentado en "Los Protocolos de los Sabios de Sión" acerca del uso de la masonería como un instrumento creado por judíos para la conquista del mundo no pasaba de ser un conjunto de burdas patrañas carentes de toda veracidad.

Regresando al General masón grado 33 Douglas MacArthur, la razón por la cual el Presidente Truman se vió en la necesidad de relevarlo de su cargo fué porque al querer emprender por cuenta propia una guerra en contra de la China comunista comprometiendo al pueblo norteamericano por muchos meses en dicha guerra (sin que hubiese una declaración de guerra de por medio) MacArthur estaba incurriendo en un acto de insubordinación en contra del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, el Presidente de los Estados Unidos (en los regímenes auténticamente democráticos, el poder militar siempre debe estar subordinado al poder civil, y no al revés).

A estas alturas, tal vez los siervos militantes de la ultraderecha empiecen a sospechar que se acaba de perforar un enorme boquete en sus doctrinas acerca de "la gran conspiración judía masónica comunista". De hecho, esto es lo que se acaba de hacer.

En cambio, hay otros personajes históricos famosos a quienes Salvador Borrego "acusó" de ser grandes maestros masones, de los cuales no ha sido posible encontrar hasta la fecha evidencia alguna de que hayan pertenecido alguna vez en sus vidas a la masonería, como el Secretario General de las Naciones Unidas Dag Hammarskjöld (de 1953 a 1961) de nacionalidad sueca, y el Secretario General de las Naciones Unidas U Thant (de 1961 a 1971) de nacionalidad burmés (a los cuales "masonifica" en la página 611 de su libro "Derrota Mundial" en su 17ava edición complementada). Aunque se le estuvieron enviando docenas de correos electrónicos a Salvador Borrego en el sitio Web en el cual se recibe su correspondencia preguntándole exactamente de dónde sacó que Dag Hammarskjöld y U Thant eran grandes maestros masones, Salvador Borrego jamás respondió a dichos correos, como si no tuviera absolutamente nada qué responder.


EL ABUELO PATERNO DE ADOLFO HITLER


Se sabe a ciencia cierta que buena parte del odio enfermizo de Hitler en contra de los judíos tuvo su origen en "Los Protocolos de los Sabios de Sión". Él mismo lo reconoce en su libro "Mein Kampf". Aún así, esto no parece ser suficiente para explicar un odio tan grande como para haber ordenado el exterminio masivo industrializado de seis millones de seres humanos, la gran mayoría de los cuales eran doctores, maestros, músicos, sastres, joyeros, comerciantes, artesanos, y gente común y corriente que no tenía absolutamente nada que ver con "las altas finanzas judías", ni pertenecían a logia masónica alguna, ni estaban promoviendo el comunismo. De hecho, entre todos los judíos europeos que mataron, los Nazis jamás encontraron a uno solo de los "Sabios de Sión" o algo que se pareciera remotamente a tan curioso personaje mitológico. La búsqueda de respuestas en torno a éste asunto invariablemente conduce a una posibilidad que seguramente le habrá quitado el sueño en muchas ocasiones a los "Sabios de la Ultraderecha" así como a no pocos estudiosos judíos: la posibilidad de que Hitler podría haber sido el nieto de un judío. Entre las evidencias que se pueden citar están las declaraciones del Ministro de Justicia del Tercer Reich, Hans Frank, el cual mencionó una historia sobre una familia judía apellidada Frankenberger, aunque ningún investigador ha podido encontrar evidencia alguna sobre la existencia de ésta familia como tampoco se sabe si todo lo que podría haber habido acerca de dicha familia y sus integrantes fué destruído por la Gestapo o por las S.S. actuando bajo órdenes directas de Hitler. Antes de continuar, veamos primero lo que más nos interesa saber sobre el árbol genealógico de Adolfo Hitler:

  • PADRE: Alois Schicklgruber - Hitler (1837-1903), hijo ilegítimo, por lo cual recibió el apellido de su madre
  • MADRE: Klara Poelzl (1860-1907)
  • ABUELO PATERNO: ???????? (supuestamente, aunque jamás comprobado, Johann Georg Hiedler)
  • ABUELA PATERNA: Maria Anna Schicklgruber (1795-1847)
  • ABUELO MATERNO: Johann Baptist Poelzl (1828-1902)
  • ABUELA MATERNA: Johanna Huetler (1830-1906)

Una investigación sobre este inquietante tema nos puede llevar a la lectura de un reporte psicológico elaborado secretamente en plena Segunda Guerra Mundial (en 1943) para el gobierno norteamericano por el Doctor Walter C. Langer (psicólogo) que correctamente predijo








el creciente aislacionismo, colapso degenerativo y consecuente suicidio de Adolfo Hitler. El reporte fué mantenido en secreto por un cuarto de siglo, y fué publicado posteriormente con el título The Mind of Adolf Hitler:





y en sus páginas podemos encontrar lo siguiente:

Hay alguna gente que seriamente duda que Johann Georg Hiedler haya sido el padre de Alois. Thyssen y Koehler, por ejemplo, afirman que el Canciller Dollfuss le había ordenado a la policía Austriaca llevar a cabo una investigación extensa sobre la familia de Hitler. Como resultado de esta investigación un documento secreto fué preparado que probaba que Maria Anna Schicklgruber estaba viviendo en Viena cuando se embarazó. En ese entonces ella trabajaba como sirvienta en la casa del Barón Rothschild. En cuanto la familia descubrió su embarazo, ella fué regresada a su casa en Spital en donde nació Alois. Si es cierto que uno de los Rothschilds es el padre verdadero de Alois Hitler, ello haría a Adolfo un judío cuarterón. De acuerdo con estas fuentes, Adolfo Hitler sabía de la existencia de este documento y la evidencia incriminatoria que contenía. Para poder obtenerlo él precipitó los eventos en Austria y dió inicio al asesinato de Dollfuss. De acuerdo con esta historia, fracasó en obtener el documento en ese entonces puesto que Dollfuss lo había vuelto secreto y le había dicho a Schuschnigg de su paradero para que en caso de su muerte la independencia de Austria pudiera estar garantizada. Varias historias de este carácter general están en circulación.

Aquellos que le dan credibilidad a esta historia apuntan hacia varios factores que parecen favorecer ésta plausibilidad.

  1. Que es improbable que el asistente de un molinero en una villa pequeña (Johann Georg Hiedler) tuviera mucho que dejar en la forma de un legado.
  2. Que es extraño que Johann Hiedler no haya reclamado al niño (Alois) como suyo sino hasta treinta y cinco años después de haberse casado con la madre (Maria Anna Schicklgruber) y habiendo muerto la madre.
  3. Que si el legado hubiera sido dejado por Hiedler con la condición de que Alois tomara su nombre, no le hubiera sido posible a él cambiarlo a Hitler.
  4. Que la inteligencia y el comportamiento de Alois, así como el de sus dos hijos, está completamente fuera de lo que usualmente se encuentra en las familias campesinas Austriacas. Ellos señalan que su ambición y extraordinaria intuición política están en mucha mayor armonía con la tradición Rothschild.
  5. Que Alois Schicklgruber dejó a temprana edad su villa natal para buscar su fortuna en Viena en donde su madre había trabajado.
  6. Que hubiera sido peculiar para Alois Hitler, mientras trabajaba como un oficial de Aduanas en Braunau, escoger a un judío llamado Print, de Viena, para ser el padrino de Adolfo Hitler a menos de que él mismo sintiera algún simpatía hacia los judíos.

Esta es ciertamente una hipótesis muy intrigante, y mucho del comportamiento posterior de Adolfo podría ser explicado en términos muy sencillos sobre esta base. Sin embargo, no es absolutamente necesario suponer que tenía sangre judía en sus venas para poder hacer una imagen comprensiva de su carácter y sus múltiples tratos y sentimientos. Desde una base puramente científica, por lo tanto, es más sensato no basar nuestra reconstrucción en tal evidencia débil sino buscar fundamentos más sólidas.

Sin embargo, lo dejamos como una posibilidad que requiere verificación posterior.

Sobre bases como ésta, varios investigadores han estado trabajando sobre la hipótesis de que Adolfo Hitler, viviendo con la humillación imperdonable de ser el nieto bastardo de un judío que lo privó de la legitimidad y los recursos a los que creía tener pleno derecho, haya estado forjando toda su vida en su cerebro los planes de una terrible venganza. Cabe también la posibilidad de que Hitler haya crecido toda su vida creyéndose el nieto de un judío sin serlo, en cuyo caso las consecuencias habrían sido las mismas llevase o no sangre judía en sus venas. Hay que tomar en cuenta que en su época aún no existía la tecnología de la dactiloscopía forénsica del ADN que le hubiera permitido a Hitler comprobar si era realmente el nieto del aldeano Johann Georg Hiedler. Pero hoy contamos ya con esa tecnología, y aunque los principales actores están muertos de cualquier modo puede ser utilizada de la misma forma en que fué utilizada para comprobar que los restos humanos encontrados en julio de 1991 en Ekaterinburgo en Rusia eran los del Zar Nicolás II y su familia. Hoy mismo, si queremos, con esta tecnología de dactiloscopia forénsica ADN podríamos resolver el misterio sobre el supuesto linaje judío de Hitler, despejando de una vez por todas las dudas que Hitler no pudo resolver en su tiempo con todo el poderío científico y tecnológico que había amasado en sus manos. El problema toral es que Hitler ordenó la incineración total de la evidencia indispensable para poder llevar a cabo tal prueba: su propio cuerpo. Y puesto que él fué el único fruto del embarazo ilegítimo de su madre cuando ella trabajaba en Viena como sirvienta en la casa del Barón Rothschild, el ADN de todos los demás familiares de Hitler resulta inútil para resolver el misterio. Sin embargo, siempre hay la posibilidad de que en algún rincón del planeta alguien tenga guardadas unas muestras de la sangre de Hitler o de tejido orgánico proveniente de su cuerpo, quizá como el resultado de una curación que algún médico admirador de Hitler le haya hecho en vida (conservando dicha muestra como un tesoro privado y legando dicho souvenir a sus hijos), con lo cual las pruebas forénsicas del ADN se podrían llevar a cabo para salir de dudas sobre el supuesto linaje judío de Hitler. Pero después de haber llevado a cabo las pruebas, se corre el riesgo de que la respuesta científica inapelable que encontremos podrá ser tan desagradable que en ocasiones tal vez parezca preferible mil veces el haber permanecido en la ignorancia.


MEXICO CONTRAATACA A LAS SOCIEDADES SECRETAS DE LA ULTRADERECHA


Aunque el avance inexorable del poderío de las sociedades secretas de la ultraderecha mexicana dá la impresión de haberse convertido en algo incapaz de ser contenido, en algo que como la hiedra venenosa se va extendiendo de manera impune contaminando todo a su paso, hay señales de que éste movimiento fanático encubierto se está topando con crecientes dificultades, tales como la "traición" de algunos de sus miembros que ya están comenzando a hablar poniendo la amenaza al descubierto. Y la derrota electoral del Partido Acción Nacional -uno de los partidos políticos más infiltrados en la actualidad por los militantes encubiertos de la ultraderecha mexicana- en las elecciones del mes de julio del 2003 no sólo parece haber puesto un freno al caballo desbocado en que se estaban conviertiendo los enloquecidos adoradores contemporáneos de Hitler, sino que inclusive parece haber despertado conciencias dentro de dicho partido sobre la grave amenaza que representan estos individuos dentro de dicho instituto político, según podemos constatarlo en el siguiente artículo del periodista de la revista PROCESO Álvaro Delgado quien escribió lo siguiente aparecido a través de la agencia noticiosa APRO en los medios de comunicación el 29 de julio de 2003 bajo el título "Crece movimiento 'antiyunque' en el PAN":

Distrito Federal— Al mismo tiempo que en el Partido Acción Nacional (PAN) se analiza su desfonde electoral del 6 de julio, que implicó la pérdida de un importante número de diputaciones federales y la gubernatura de Nuevo León, se consolida un movimiento para investigar la influencia de la secreta Organización Nacional del Yunque, a la que pertenece el líder nacional del blanquiazul, Luis Felipe Bravo Mena.

“La amenaza estructural mayor actualmente es la penetración de este grupo en el partido y en ámbitos gubernamentales, tanto federal como estatales y municipales”, advierte el ex diputado Juan Miguel Alcántara Soria, quien junto con un amplio número de consejeros nacionales plantea formar una comisión que investigue “la vasta extensión de los brazos de esta organización” en el PAN y en el gobierno de Vicente Fox.

El Consejo Nacional, máximo órgano de dirección del partido, será la instancia donde se planteará crear esta comisión investigadora integrada por “probados panistas” sobre la Organización Nacional del Yunque, cuyo estilo de operar, dice Alcántara, es “francamente incompatible con la vida orgánica del PAN”, y representa “una amenaza” para el sistema de partidos y para su “joven democracia”.

Abogado del despacho de Antonio Lozano Gracia, ex secretario general del PAN, y allegado al coordinador de los senadores, Diego Fernández de Cevallos, Alcántara asegura que ambos influyentes militantes “comparten la preocupación de cuidar la vida institucional del partido, sin caer en linchamientos ni paranoias”.

Los dos, dice, ya leyeron el libro El Yunque, la ultraderecha en el poder, recién editado por Plaza y Janés y cuyo autor es el reportero, y manifestaron su preocupación sobre la necesidad, en primer lugar, de verificar la información que contiene.

LA REUNION DE EL ESTORIL

Tal como se documenta en El Yunque, la ultraderecha en el poder, el PAN fue penetrado paulatinamente, a partir de los setenta, por esa organización de carácter secreto que impone a sus militantes, en la ceremonia de iniciación, un juramento de fidelidad perpetua por sobre cualquier otra.

De inspiración ultracatólica, que inclusive creó la congregación Los Cruzados de Cristo Rey, la Organización Nacional de El Yunque ha escalado posiciones en el PAN y los gobiernos de los tres niveles desplazando a los militantes tradicionales.

A ella pertenecen prominentes dirigentes panistas como Luis Felipe Bravo Mena; el secretario general, Manuel Espino; y el presidente del PAN capitalino, José Luis Luege, así como numerosos miembros del gabinete de Fox, como su principal asesor, Ramón Muñoz Gutiérrez, cuyo seudónimo es Julio Vértiz.

Amparado en el secreto, El Yunque opera en prácticamente todo el territorio nacional e impone su influencia en estados como Guanajuato, Jalisco, Baja California, Puebla, Querétaro, así como en las legislaturas estatales y las dos cámaras del Congreso federal.

La comisión que plantean crear numerosos dirigentes panistas, muchos de ellos consejeros nacionales, tendrá que establecer la penetración de la Organización Nacional de El Yunque en el PAN, una idea que nació en la más reciente reunión que, de manera informal, celebran cada tres meses varios de los ex diputados de ese partido en la 57 Legislatura.

En la reunión, según se filtró a los diarios Milenio y Reforma, presuntamente Alcántara planteó destituir a Bravo Mena y aglutinarse en torno al secretario de Gobernación, Santiago Creel, para la candidatura presidencial. “No, en lo absoluto”, niega el ex diputado federal.

“En la mesa había senadores de Chihuahua, miembros del equipo de la Secretaria de Gobernación, y miembros del CEN, y habíamos personas de Guanajuato. Era muy difícil que en un espacio tan heterogéneo como éste se pretendiera impulsar o aglutinar o sugerir que ese grupo fuera en torno de alguna persona en lo particular”, aclara.

Sobre la remoción de Bravo Mena, aclara que será el Consejo Nacional el que evalúe serenamente todos los factores que incidieron en el resultado y la carga de responsabilidad de cada quien, y por tanto no se pueden hacer conclusiones ahora.

El tema fundamental en la reunión, añade, fue la “preocupación de muchos panistas” sobre El Yunque y la necesidad de proponer al Consejo Nacional crear una comisión que verifique la penetración de esa organización en el PAN, cuya operación altera la vida orgánica del partido.

Es necesario, dice, precisar que los ex diputados federales Rubén Fernández Aceves, actual secretario general del PAN en el Estado de México, y Juan Marcos Gutiérrez, quien fue muy próximo a Carlos Castillo Peraza, no son miembros de El Yunque, como se anota en el libro.

El Consejo Nacional ha sido calificado como el Senado panista por su capacidad de análisis, de procesamiento de información, de resolución de conflictos y afortunadamente hay varios consejeros de distintas latitudes del país que coinciden en la necesidad de abordar, pronto y bien, este desafío.

Un desafío, puntualiza Alcántara, que es también para la vida democrática de México, porque no puede haber legitimidad en decisiones y acciones cuando se hacen en la oscuridad. 'Esto implica, repito, riesgos y amenazas para el sistema de partidos y para la vida institucional de este país'.

Y como podemos ver en la siguiente caricatura publicada el 30 de julio del 2003 por un prestigiado periódico del norte de México (El Diario):





el asalto pernicioso llevado a cabo a través de la insidia y el engaño por las organizaciones siniestras de la ultraderecha mexicana como "El Yunque" dentro del Partido Acción Nacional -el partido oficial que ocupa la Presidencia de la República- es algo que ya no puede ser ocultado por los intrigantes militantes de estas agrupaciones que sólo destilan locura y odio, la sociedad mexicana va tomando conciencia ya de la grave amenaza que representan y empiezan a correr las primeras voces de alarma.

A pesar de estos tropiezos que está teniendo la ultraderecha mexicana, no hay que hacerse muchas ilusiones. Los mexicanos no podrán deshacerse de un día para otro de la gravísima amenaza que representan para México y para el resto de América las sociedades secretas de la ultraderecha mexicana, las cuales en realidad son los tentáculos de una misma organización, de una hidra una de cuyas cabezas es la Universidad Autónoma de Guadalajara y la otra es la Organización Nacional del Yunque. Estos movimientos siniestros no nacieron de la nada, ni se formaron en un sólo día, han ido acumulando pacientemente a favor suyo una labor de expansión, penetración e infiltración que lleva ya varias décadas. Se avecina una confrontación desagradable que posiblemente decidirá no sólo el futuro de México sino el mismo futuro de Latinoamérica. Sus militantes y sus cerebros deben ser expuestos por todos los medios posibles, y su propaganda debe ser rebatida y desnudada como lo que realmente es: literatura barata con valor histórico prácticamente nulo. Sólo sacándolos a la luz y enfrentándolos directamente, sabiendo lo que está en juego, se puede virar el curso de la Historia evitando un cataclismo social de proporciones incalculables. Podemos parafrasear al mismo Salvador Borrego utilizando sus propias palabras puestas al final de su libro "Derrota Mundial", adaptándolas en contra de los seguidores de su causa escribiendo lo siguiente:

Esa influencia del movimiento político secreto de la ultraderecha en México es portentosa y temible. Ha hecho alianza con las tinieblas y cundiendo siempre por secretos cauces erige a su alrededor barreras de silencio, mas tiene un talón de Aquiles: teme tanto a la luz del Sol como el diabólico Drácula. Las fuerzas ajenas a la ultraderecha mexicana son incomparablemente más poderosas, sólo que no tienen conciencia de su Destino común ni del peligro que las acecha. En cuanto el pueblo de México identifique a su enemigo y lo saque de las tinieblas para verle la cara, se deshará como ceniza al contacto del viento y se disipará como telaraña bajo los rayos del sol.

Quizá lo mejor que pueda tener en mente cualquier mexicano, pensando a largo plazo en la seguridad y el futuro de sus hijos y de su propia familia, es una conocida máxima que dice:


Con la ultraderecha no se discute, se combate.






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